DIA DEL NIÑO
Hace apenas unos días, se celebró en México el Día del Niño. Entre otras actos importantes, el presidente Fox convivió con los niños de algunas escuelas y hasta se dio la oportunidad de bromear con ellos.
Los niños, en las escuelas festejaron su día con juguetes, globos y piñatas. Hubo circos que se trasladaron a los centros educativos para festejar a los pequeñines y en general en ambiente fue de fiesta y regocijo.
Hubo niños que no sólo festejaron en sus escuelas ese día, sino que incluso fueron agasajados por sus padres ya sea que los hayan llevado a comer a algún lugar especial o bien que les hayan obsequiado algún juguete.
Recuerdo que a mí me gustaba ir a la escuela ese día con mi traje de cowboy, recibir mis juguetes y a la tarde ir al cine.
Las risas infantiles alegran la mañana, el día sigue, la televisión está volcada a hacer notar cuán importantes son los pequeños para la sociedad y muchos de ellos son entrevistados, unos quieren ser bomberos, otros astronautas, algunos quieren ser dentistas y otros más quieren ser súper-héroes como el Hombre Araña o Superman.
El festejo se va extinguiendo al ir muriendo el sol. En México se festeja el 30 de abril a los infantes en relación al acuerdo entre la OEA (Organización de Estados Americanos) y la UNICEF, cuando el 12 de abril de 1952 fuera redactada la Declaración de principios Universales del Niño. La razón de firmar dicha Declaración, era la desigualdad y maltrato que sufrían los niños en el mundo.
DIA DEL TRABAJO
Primero de Mayo. No hay clases. Se recuerda a los mártires de Chicago y en muchos lugares del mundo se llevan a cabo marchas y mítines reivindicando los derechos de los trabajadores del mundo.
Recuerdo a Pancho. El, como muchos otros miles de pequeños, apenas y habría sabido que ayer fue Día del Niño, pero su realidad es muy distinta. Tiene que levantarse temprano para desayunar una taza de café y un plato con frijoles y tortillas para ir al Mercado de la Merced a trabajar. Todos los días lleva su diablito para cargar los bultos de los compradores del mercado. A veces, cuando recibe buenas propinas, Pancho puede comprarse a mediodía un refresco y unos tacos que serán su único alimento sustancioso para aguantar hasta el día siguiente.
Pancho no sabe de derechos laborales, ni quiénes serían los mártires de Chicago, ni le importa. El sólo sabe que tiene que llevar dinero a su casa, pues hay que mantener a sus hermanitos. Su padre también trabaja como cargador y su madre lava ajeno; la señora está muy enferma y necesita atención médica, probablemente viva poco tiempo si no se atiende pronto.
No asiste a la escuela: "con que sepas leer y escribir es suficiente", le dijo alguna vez su padre. En un mundo de abusos, Pancho ha aprendido a hacer cuentas en la práctica. Algunos de sus compañeritos de profesión, han muerto ya a corta edad a través del suicidio. Eran hijos de hogares desintegrados; es alarmante saber que en un país en plena integración comercial con Estados Unidos y Canadá, se dan al año 350 casos de suicidios de infantes según el informe de 1997 de la Asociación Mexicana de Psiquiatría Infantil.
Otros niños conocidos de Pancho buscan ganar dinero de otra forma: pintan sus rostros curtidos por el sol con un poco de maquillaje y de pronto se convierten en payasitos ambulantes. No es extraño ver en los más transitados cruceros de las principales avenidas del país, a pequeños que con la cara pintada y algunas pelotas para hacer malabares, salgan a obtener unas cuantas monedas para comer. El Gobierno capitalino apenas hace un par de años había pensado como solución a este problema... ¡La creación de escuelas de payasos para estos niños! ¿Es ésta la forma en que debe un Gobierno de actuar?
Muchos de estos niños aún viven con sus familias, pero otros más -la mayoría- viven en la calle, de hecho son llamados "niños de la calle".
Estos pequeños son víctimas de un sinnúmero de vejaciones que van desde la escasa o inexistente remuneración por un trabajo realizado, hasta la explotación sexual.
Cerca de un millón de niños son sometidos a prácticas de explotación sexual en países del sur de Asia. En Estados Unidos hay entre 100 y 300 mil niños víctimas de la explotación sexual comercial, mientras que el tráfico ilegal de mujeres y niñas para el comercio sexual arroja ganancias anuales de alrededor de 7 billones de dólares.
Por otro lado, volviendo a México, hasta 1999, 72 de cada mil mujeres embarazadas era una adolescente.
Ahora, querido lector, dejemos las cifras y los datos y preguntémonos: ¿qué estamos haciendo al respecto? Te lo pregunto no sólo como un joven o adulto que eres, sino también como cristiano.
No podemos darnos el lujo de seguir desperdiciando tiempo en aparentar una bondad que efectivamente no ejercemos. Tenemos la obligación de apoyar a esos niños que nos necesitan. Probablemente las cifras de arriba te parecen de locura y hasta inventadas, pero te invito a que lo compruebes por ti mismo. Hay voces que sugieren ya la creación de escuadrones de la muerte como los que se crearan en Brasil para abatir el problema de los niños de la calle, ¿cómo? Matándolos.
¿Eso queremos?
Para muchos los niños no pasan de ser pequeños ruidosos entrometidos a los que hay que meterles un dulce en la boca o una buena nalgada para que estén tranquilos y pasan por alto una observación importantísima que nuestro Señor Jesucristo hizo sobre ellos en el libro de Mateo, capítulo 18, versículos del 2 al 6:
2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe. 6 Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.
Tenemos un deber muy grande. Miles de pequeños sufren alrededor del mundo, muchos no conocen a Cristo y necesitan ser reconfortados. Hay apenas unos cuantos ministerios que ayudan a estos menores y es necesario hacer algo.
No lo pienses y pasa a los hechos. Comienza desde tu familia y recuerda que regalar una moneda no es suficiente. Que Dios te bendiga.
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