lunes, 5 de noviembre de 2012

Idolatría Contemporánea (Publicado originalmente el Jueves 24 de Enero del 2002).


El humanismo, las filosofías materiales de la actualidad y los desengaños acerca de la justicia en el mundo, crean en el hombre moderno la necesidad de aferrarse a algo, lo que sea, con tal de poder tener una esperanza para vivir.
No hace mucho, supe de una chica que había estado juntando dinero para poder asistir a la presentación de cierto cantante mexicano de fama internacional, al que, por cierto, conocen cariñosamente como “el sol”.
La chica tenía todos los discos de este cantante y tenía afiches de él pegados por todas partes, incluso, en sus cuadernos había inscripciones escritas por ella donde se leía: “Luismi, te amo”.
En más de una ocasión, algunos de sus compañeros la sorprendieron besando la imagen que tenía pegada en la portada de su cuaderno, se sabía de memoria todas sus canciones y no tenía novio, pues soñaba que algún día se iba a cumplir en ella el sueño de la Cenicienta: el cantante la conocería, se enamoraría de ella y vivirían felices por siempre.
Llegó el día de la presentación en el más importante recinto de espectáculos del país. Había un lleno impresionante. Miles de jóvenes estaban reunidos para ovacionar al cantante y corear todas sus canciones. El, un joven alto, apuesto, de ojos claros, volteaba hacia su público –femenino en su mayoría- y sabedor de que estaba siendo captado por las cámaras para aparecer en las pantallas gigantes. “El sol” esbozó una sonrisa y mandó un beso al aire el cual más de una habría querido recibir.
Poco más de dos horas duró la emoción sentida por Mónica, el nombre de nuestra protagonista. Al terminar, lágrimas corrían de sus ojos y de los de otras más como ella que decían: “no te vayas, ¡te amo!”
El momento había acabado, el cantante se limpiaba el sudor con una pequeña toalla blanca y agradecía a todos su presencia al tiempo que corría hacia fuera del escenario para perderse entre los telones. Los guardias de seguridad desalojaban a las que aún esperaban una nueva intervención de su ídolo. Nada, se había esfumado, ahí habían parado los más de 2 mil pesos gastados en el boleto.
Los días subsecuentes fueron felices para Mónica, el poderle platicar a sus amigas y familiares que casi había tocado al joven intérprete de baladas y que además le había sonreído a ella. En fin... Después, el vacío, lo mismo de siempre: las tareas, su papá que no la dejaba salir, su madre que le reclamaba el no ayudarle en los quehaceres del hogar, tener un guardarropa poco renovado, aguantar la mirada burlona de muchos en la escuela, el saber que no terminaría la escuela ese año por tantas materias reprobadas y el vivir la realidad de aparentar ser feliz, besando una imagen impresa en un papel.
“Si he mirado al sol cuando resplandecía, o a la luna cuando iba hermosa
27 Y mi corazón se engañó en secreto, y mi boca besó mi mano;
28 Esto también sería maldad juzgada; porque habría negado al Dios soberano”.

(Job 31:26-28).

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