Es sabido por todos, a través de los diferentes medios, la controversia y la polémica que han generado los recientes escándalos de tipo sexual en el seno de la iglesia católica Romana.
En estos últimos días una y otra vez no terminamos de sorprendernos ante los casos de abuso sexual, homosexualismo, pedofilia y toda una cadena de corrupción, perversiones y encubrimientos que se han generado en torno a este fenómeno.
Las víctimas, muchas de ellas manipuladas bajo argumentos falaces (como que si denuncian los abusos irán al infierno), callan permitiendo que sus verdugos se paseen a sus anchas bajo el disfraz de santidad que les confiere el ir vestidos con una sotana.
Las repercusiones psicológicas y espirituales que dejan estos actos tan degradantes, dejan huellas que han llevado al suicidio a más de uno de quienes han sufrido en carne propia la vejación de sus más elementales derechos humanos.
Como creyentes y como integrantes de la sociedad civil, no podemos permanecer callados ante tales atrocidades que se vienen cometiendo sistemáticamente sin que se ponga freno a esta podredumbre.
Debemos pasar de la indignada protesta al campo de la acción y apoyar a quienes han sido abusados, así como denunciar a quienes delinquen de esta manera hasta extirpar ese cáncer que tanto ha dañado a nuestras sociedades, ya que estamos hablando de un problema que atañe tanto a países pobres económicamente hablando, como a países poderosos e industrializados.
No nos quedemos callados, no temamos al poder de las instituciones que solapan este tipo de prácticas aberrantes, sean del credo que sean; hablemos claro y fuerte, pues si no lo hacemos, estaremos dando la oportunidad de que quizá alguno de nuestros seres queridos sea atacado y no podamos hacer nada para remediarlo.
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