“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”. (Génesis 2:24).
Mucho se habla en nuestros días acerca de los problemas que afectan el vínculo matrimonial.
Diversos son los motivos que han originado esta problemática, como es el hecho de que tanto el hombre y la mujer de nuestros días realizan labores dentro y fuera de la casa, sea por necesidades económicas o de superación profesional, sobre todo en el caso de la mujer.
Han cambiado mucho los tiempos en que nuestros padres se dedicaban al trabajo en la calle y nuestras madres se dedicaban solamente al hogar.
Sin embargo, una constante tanto de esos tiempos, como los actuales, es que la mujer ha seguido estando oprimida por la sociedad, mientras el hombre muchas veces abusa de su condición y abusa de su esposa.
No nos es ajeno escuchar historias de abandono, infidelidades y malos tratos del hombre hacia la mujer, pese a que también llegan a darse también por parte de nuestras contrapartes femeninas pero con menor recurrencia.
Vivimos en una sociedad donde los valores estéticos se tornan ya no como algo complementario al individuo, sino como lo fundamental. Constantemente la publicidad busca penetrar nuestras conciencias con anuncios de ropa cara, finos perfumes y fragancias, automóviles caros y bonitos que van siempre asociados a imágenes de modelos guapos y mujeres esbeltas y provocativas.
Si en el hombre se destaca la fuerza y a veces se acepta que éste no sea un portento de galán, no es el caso de la mujer, quien es explotada una y otra vez como un maniquí: debe estar bien arreglada, sonriente, impecable y dispuesta a satisfacer las necesidades de su hombre.
Pongamos como escenario una pareja que ve televisión y de pronto aparece en un comercial o en un programa una bellísima mujer joven y atractiva. El hombre de pronto voltea a ver a la mujer que tiene junto y la compara con la imagen en la pantalla y entonces comienza a encontrar que su esposa quizá no es la misma mujer con la que se casó; ahora su cabello comienza a pintar canas, ha subido de peso y ni por asomo competiría con la chica de la TV.
“Y ALEGRATE CON LA MUJER DE TU JUVENTUD”
La posición descrita no deja de ser injusta si consideramos que el hombre en cuestión, alguna vez puso todo su empeño y amor en conseguir agradar a la mujer que tiene al lado, seguramente ahorraba para invitarla a salir y comprarle regalos, seguramente la veía bella y fue para él un logro gigantesco haber podido hacerla su esposa.
¿Es una esposa un trofeo que se obtiene y después se guarda? Proverbios 5:18-19 dice:
“Y alégrate con la mujer de tu juventud, 19 Como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, Y en su amor recréate siempre”.
Ella está para dar y recibir amor.
Sé de casos de hombres que una vez casados, ya no quieren orar con sus esposas ni mucho menos asistir juntos a la iglesia. Muchos de esos hombres prefieren seguir el consejo de sus familiares y regularmente sus madres, como si se tratase aún de niños que están bajo la falda protectora de quien les dio la vida, desestimando la cita con la que comienza este artículo, que es Génesis 2:24.
Claro, no se trata de entonces dejar de querer a la madre, sino saber distinguir lo que es nuestra relación como hijos, de nuestra relación matrimonial.
Hay también otros hombres que, al no sentir ni el mismo amor ni la misma atracción por sus esposas, prefieren buscar el amor por otro lado, enredándose en aventuras sin sentido que sólo dejan dolor y cicatrices difíciles de borrar, además de ser un peligro potencial de adquirir alguna enfermedad por contacto sexual.
¿Y POR QUE, HIJO MIO, ANDARAS CIEGO CON LA MUJER AJENA?
La andanada de mensajes a través de los medios de comunicación masivos (o de condicionamiento de masas, como bien les dicen otros) han implantado falsos valores que se contraponen tajantemente con la Palabra de Dios y han llegado a taladrar los corazones de muchos creyentes, al grado de que ahora ya vemos libros en las librerías cristianas, que tratan acerca de este tema. Amigo, si tú lo has hecho, probablemente te has burlado de tu esposa y hasta es posible que te jactes de ello. Sí, es posible que tu esposa por amor o por necesidad soporte estas actitudes o que, totalmente ajena a tus infidelidades, te siga profesando el mismo amor que te tiene desde el primer día. Ella seguramente ha sido burlada, pero no puedes burlar a Dios.
Proverbios 5:21-22 dice:
“Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová”.
Es mejor no jugar con fuego y aprender a resistir la tentación de siquiera pensar en algo que pueda afectar tu matrimonio, a menos que tu intención sea destruir la unión que tú buscaste y que Dios bendijo.
“LO QUE DIOS JUNTO, NO LO SEPARE EL HOMBRE”
No des ocasión de que el maligno se enseñoree de tu condición, piensa que eres la autoridad de tu hogar y que por encima de tu autoridad está Cristo y que tu testimonio hablará por ti, si la gente ve una conducta alejada de tus supuestas convicciones, carecerás de credibilidad a por tu causa habrá quien no se quiera acercar a Cristo.
Busca en tu mujer siempre las cosas buenas, reconoce lo que ha hecho por ti, nunca dejes de decirle y demostrarle que la amas y cuando cometa ella un error, coméntaselo, para que ella pueda corregir, ámala y protégela, piensa en ella como describe 1 Pedro 3:7:
“Vosotros maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”.
Dios te bendiga.
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