miércoles, 21 de noviembre de 2012

Treinta Años Después (Publicado originalmente el Viernes 17 de Mayo del 2002)


No hace mucho, una nota apareció en el periódico: “Anciano muere atropellado por un camión”.
En primera instancia esto no deja de ser una nota común y corriente. En las grandes ciudades mueren atropelladas cientos de personas de diferentes edades. A pesar de que existen reglas tanto para peatones como para automovilistas, la verdad es que el Reglamento de Tránsito es cada vez menos respetado. Los peatones atraviesan a media calle en lugar de hacerlo por las esquinas y los automovilistas rara vez hacen caso de los semáforos.
Platican que en una ocasión se le preguntó a un conductor qué querían decir las luces del semáforo y el hombre contestó lo siguiente:
“Rojo: Alto.
“Verde: Siga.
“Ambar o amarillo: Acelera antes de que te toque el alto”.
Curioso, divertido, pero al mismo tiempo es terrible ver cómo se infringen las leyes de tránsito. Los motores de los vehículos son cada vez más complejas y las velocidades que se alcanzan son mayores. Muchas de las personas que manejan y que gozan de la velocidad que se puede alcanzar al hundir el pie en el acelerador, me imagino que estarán dando vida al Niki Lauda, Michael Schumacher o Juan Pablo Montoya que llevan dentro, por decir los nombres de algunos pilotos famosos de la Fórmula Uno.
Pero volvamos al encabezado del que hablábamos. Al hombre atropellado, tras la autopsia de rigor, se le encontró que tenía lesiones tuberculosas, úlceras y riñones y corazón enfermos.
Los médicos sólo atinaron a decir: “este hombre debió haber muerto hace 30 años”. Pero no fue así. Con gran curiosidad preguntaron a la viuda cómo es que este hombre tan enfermo y de edad avanzada pudo vivir durante tanto tiempo a pesar de los males que lo aquejaban.
La mujer dijo: “mi esposo tenía fe de que Dios lo sanaría pronto”.
Fe, palabra que desaparece cada vez más del vocabulario de quienes se encuentran sumergidos en algún problema. Los males de nuestros días, aparte de los de seguridad vial o la violencia que cada vez se acrecienta más, afectan nuestra salud. Es notorio el aumento de las enfermedades respiratorias y gastrointestinales producto de la contaminación y los malos hábitos alimenticios debido al ajetreado ritmo de vida que se lleva sobre todo en las grandes ciudades.
Casos de apatía, pereza mental, stress, aunados a problemas visuales a causa de exposiciones prolongadas ante un monitor de computadora, son cosa de todos los días.
Sin embargo, hay personas ocupadas que encuentran la manera de tener una buena salud viviendo bajo los principios espirituales de la Biblia. Una de estas personas ocupadas (y creo que sí tenía muchas ocupaciones) era el presidente norteamericano Harry S. Truman, quien en alguna ocasión mencionó:
“Naturalmente, he seguido las reglas lo mejor que he podido sobre las clases de ejercicio más apropiadas para mi edad y sobre los hábitos de la comida. Como lo que quiero, pero no tanta cantidad como quisiera.
“Una de las principales contribuciones a la buena salud es un código moral que tenga en cuenta el bienestar de las personas que nos rodean tanto como el propio. He descubierto que el capítulo 20 del Exodo y los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de San Mateo son guías para ajustar el modo de vivir”.
Una buena recomendación sería tratar de aplicar los conceptos que se vierten en dichas lecturas bíblicas y ver si en nosotros tienen el efecto que tuvieron en Truman y acrecentar nuestra fe, tal y como lo hizo el hombre atropellado de nuestra historia.

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