miércoles, 20 de febrero de 2013

El Cristiano y la Globalización (Publicado originalmente el Lunes 26 de Agosto del 2002).


Por Héctor Marín
A lo largo del día, ya sea en los noticiarios, periódicos, salones de clase, charlas de café y otros medios, escuchamos reiteradamente términos como "globalización", "neoliberalismo", etcétera. ¿En qué medida sabemos de qué se trata esto y cómo repercute en nuestro vivir como cristianos?
No se trata de hacer un estudio exhaustivo, sino ver a grandes rasgos los distintivos de este fenómeno y tratar de ver cuál es el papel que jugamos en nuestra sociedad actual.
EL DESARROLLO
La necesidad de desarrollarse, no es exclusiva de la flora y la fauna, sino que en el mundo material, las empresas, los bancos, los comercios y los países, deben desarrollarse para lograr objetivos tendientes al progreso y, obviamente, a través de ello, obtener ganancias.
En este sentido, en la década de los 80, Ronald Reagan (ex presidente de los Estados Unidos) y Margaret Thatcher (ex primer ministro británica), comenzaron a pregonar las bondades de la economía de libre mercado. Ante esta tendencia, organismos como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), se encargaron de introducir estas ideas al interior de los gobiernos de los países. La medida, lo que buscaba era la participación abierta de los países desarrollados en los mercados de los países no desarrollados, con el fin de lograr una mayor captación de utilidades, ampliar su mercado, y al mismo tiempo ofrecer a los países "colonizados" económicamente, la posibilidad de abrir fuentes de empleo que los gobiernos locales no hubieran podido conseguir abrir.
Al mismo tiempo, se hacía extensiva la oferta de mercado abierto a los países en vías de desarrollo, de manera que participaran en el extranjero y a la vez se convirtieran en inversionistas y promotores de empleo y servicios.
Ante esto, muchos países comenzaron a firmar tratados comerciales que ofrecían supuestas oportunidades ante las promesas de bajos aranceles y la posible desaparición de los mismos, lo que representaba un muy rápido desarrollo y expansión. Sin embargo, en la práctica, la situación se tornó muy diferente.
EL PEZ GRANDE SE COME AL CHICO
La mayoría de los acuerdos comerciales, están caracterizados por una enorme desigualdad, especialmente cuando están signados entre un país "en vías de desarrollo" y uno desarrollado. Las ventajas para el poderoso se notan hasta arbitrarias cuando se las compara con la serie de restricciones que existen en las cláusulas para los países pobres.
Así, efectivamente, las ganancias obtenidas a través de la globalización económica, han sido muchas, pero la repartición no ha sido equitativa, y esta declaración leída en el informe de las Naciones Unidas de 1997 sobre Pobreza y Desarrollo, es por demás elocuente: "La globalización es una marea de riqueza que supuestamente levanta a todos los barcos. Pero los hay que tienen más agua debajo de otros. Los trasatlánticos y los yates navegan mejor, mientras que los botes de remo hacen agua y algunos se hunden".
Y es que recordemos que, en los albores de la globalización, países como Argentina, Brasil y México, sufrieron fuertes descalabros económicos que los llevaron a adoptar una economía de emergencia, ante los negativos resultados de abrirse a una competencia comercial en términos de total desigualdad con países altamente desarrollados.
EL PAPEL QUE JUGAMOS
Pese a que el tema que hemos venido desarrollando está aparentemente ligado a cuestiones económicas, no hay que dejar de lado que el desarrollo económico es un ipso determinante en el desarrollo de las sociedades.
Como hemos visto, se abren oportunidades de trabajo y ello es bueno para cualquier individuo, pues esto representa la satisfacción de las necesidades elementales de vestido y alimento, así como tener un lugar donde vivir.
Hay que tomar en cuenta, sin embargo, que las empresas requieren cada vez más trabajadores dispuestos a prestar sus servicios el mayor tiempo posible, con miras a obtener un mayor rendimiento y con ello incrementar la producción. El trabajador en muchas ocasiones recibe los incentivos para realizar las tareas que le son encomendadas, lo que le representa un mayor ingreso, pero a la vez comienza a descuidar su vida familiar y espiritual.
Es ahí donde el cristiano tiene que tomar conciencia sobre su situación y pensar en estos aspectos tan importantes de su vida.
Los alcances de la globalización van completamente de la mano de los avances tecnológicos y la Internet es uno de los motores fundamentales para que esto pueda darse. La vinculación interempresarial ha encontrado en Internet un aliado de gran valía en la realización de transacciones y negocios que en otro tiempo hubieran llevado años entre viajes y citas. Al mismo tiempo, poco a poco la Internet se ha convertido en una herramienta no sólo de negocios, sino que a través de ella se han podido beneficiar estudiantes, investigadores e incluso gente con problemas para relacionarse con los demás.
No hay que dejar de lado, sin embargo, su aspecto negativo en tanto a que si bien hay notables beneficios que se pueden obtener del uso del ciberespacio, la red está también plagada de páginas que incitan al vicio o a la pornografía, por destacar los casos más comunes.
El cristiano debe encontrar en primer lugar, un uso mesurado de este instrumento y al mismo tiempo aprovecharlo para, en medida de lo posible, instruir a otros en la sana doctrina, y sobre todo, poder realizar la comisión que nuestro señor Jesucristo nos ha encomendado:
"15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura" (Mr. 16:15).
Así pues, como se dijo en un principio, no se trata de hacer un análisis concienzudo del fenómeno de la globalización, ni tampoco se trata de hacer una satanización del mismo. Hay que reconocer entre los beneficios obtenidos un mayor nivel en los servicios médicos, de atención social y hasta en la democratización de los gobiernos en muchos países, hace falta tiempo para ver si efectivamente el desarrollo es sostenible tal y como afirman los expertos en la materia, o si se trata de un nuevo espejismo que podría desvanecerse abruptamente.

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