La estatua
Por Héctor Marín Segura
Por Héctor Marín Segura
Leía en la columna "Serpientes y Escaleras", de Salvador García Soto, del 29 de Septiembre de este año en El Universal lo siguiente:
"(...)De que el poder marea a todos, no hay duda; pero a unos más que otros. Y si no hay que ver al gobernador de Veracruz, Fidel Herrera , al que sus antiguos amigos ya no reconocen; tanto se mareó que aceptó que le mandaran a hacer una estatua, y dicen que piensa encabezar el acto de revelación en una plaza pública veracruzana. Si Arturo Montiel le ponía su nombre y el de su esposa a las obras públicas, por qué Fidel no puede inaugurar su propia estatua(...)."
Puede pensarse que no es sino otra nota intrascendente como tantas que se publican en los matutinos. Sin embargo, no deja de ser revelador de la personalidad del señor gobernador de Veracruz, ese autoelogio desproporcionado que, dicen, quiere hacerse.
De inmediato, me vino a la mente si aparte del autoelogio y la banalidad, el gobernador no querría, además obtener del pueblo un reconocimiento especial de parte del pueblo jarocho (así se llama a los veracruzanos en México) y recordé el siguiente pasaje bíblico del libro de Daniel capítulo 3:
"1 El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia. 2 Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado".
Más adelante dice el texto Sagrado: "4 Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, 5 que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; 6 y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo."
Me quedé pensativo después de pensar en este texto de la Biblia, y exagerando un poco, reflexioné si después no se le ocurriría a don Fidel Herrera Beltrán mandar llamar al pueblo veracruzano para venerar la estatua.
En ese momento, reflexioné que el texto bíblico no dice qué figura tenía la estatua hecha por Nabucodonosor y de inmediato investigué al respecto, encontré una buena respuesta en el Comentario del Contexto Cultural de la Biblia(Antiguo Testamento), de Walton, Matthhews y Chavalas, la explicación no es larga y nos permite adentrarnos más en el tema:
"En ningún momento se identifica de manera concreta a la imagen como la de una deidad, aunque el versículo 28 podría fácilmente sugerirlo. Si la imagen fuera divina, sería raro que no se proporcionara el nombre de la deidad, y más extraño sería que fuera erigida en un lugar abierto y no en un ámbito relacionado con un templo. Parte del cuidado para con los dioses era albergarlos y alimentarlos, y esa tarea de mantenimiento no podía llevarse a cabo fácilmente en un lugar al aire libre. Si no es la imagen de un dios, resulta más difícil entender la negación de los tres amigos a participar (...). La otra alternativa principal es entenderla como una imagen del rey. Pero no había prohibición para inclinarse delante de reyes como un acto de respeto. Además era común en los períodos asirio y babilónico que se colocaran imágenes de los reyes en los templos delante de la deidad, para pedir por el bienestar del rey. De esta manera típicamente representarían al rey delante del dios, y no a las personas.(…)".
CULTO A LA PERSONALIDAD
Si entendemos lo anterior, el rey había mandado erigir una estatua de sí mismo para que el pueblo se postrara ante ella. Al hacerlo, sería como si se postraran ante el rey mismo. Si asumimos la iconoclasia del judaísmo como uno de sus pilares, localizado en los Diez Mandamientos, entenderemos por qué Daniel y sus amigos se negaron a rendir culto a la imagen.
Sin embargo, queda patente cómo desde hace siglos, los hombres del poder no están conformes con la posibilidad de mandar por sobre naciones enteras, sino que el ansia de brillar, de resaltar por entre los demás, los lleva a veces a estos extremos como el caso de Nabucodonosor.
Si bien en el caso del gobernador veracruzano no ha decretado que al realizarse la imagen la gente se postre, no deja de ser sintomática su actitud en la que refleja una soberbia y una falta de modestia casi escandalizantes.
Ahora, descendamos de nivel y ya no pensemos en los gobernantes, en los poderosos, pensemos en la gente como uno, la gente con la que convivimos y pensemos cuántos de ellos -si no nosotros mismos- viven bajo el influjo del poder de su imagen. Pensemos en aquellas personas que piensan que la vida gira en torno a ellas. Muchos de ellos pasan horas ante el espejo contemplando la hermosura de sus rostros, analizando cada detalle de sus facciones a través del cual impactar a los demás.
Pensemos en quienes a través de sus comentarios, sus poses, sus actitudes, a veces no sólo buscan la aceptación de los otros, sino incluso la humillación ajena.
Esto, sin embargo, no es algo que deba sorprendernos ni tomarnos desprevenidos, por eso, querido lector, no quiero dejar pasar la oportunidad de que juntos reflexionemos sobre esto que hemos comentado el día de hoy, y por ello te dejo esta porción de la Palabra de Dios que nos advierte sobre estas personas, se encuentra en 2 Timoteo 3:1-5:
"1 También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. 2 Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, 3 sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, 4 traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, 5 que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita."
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